Hace unas semanas estuve por Bilbao y me pasé por el Guggenheim para ver la exposición de Niki De Saint Phalle. Quedé impactada. Sobre todo, creo, porque no sabía muy bien lo que iba a encontrar. Tengo que admitir que únicamente conocía de ella sus famosas y coloristas nanas obras como la fuente de Stravinsky en París. Por eso me sorprendió toda su obra anterior a estas nanas, sus diosas, madres, novias, ese tenebrismo impactante, la violencia y el compromiso.
Niki De Saint Phalle nació y pasó gran parte de su vida en Francia aunque creció en Estados Unidos y recibió una educación acorde con los códigos sociales de la clase alta neoyorquina. Pero su peculiar visión del mundo, su rebeldía y su creatividad pronto la llevaron a romper el guión que estaba escrito para ella.
Es considerada como la primera artista feminista del siglo XX. A través de una nueva representación del cuerpo femenino, el erotismo y las grandes figuras míticas, cuestionó los cánones establecidos y reivindicó el poder de la mujer y su papel en la sociedad. Pero su obra también destila una fuerte crítica social y política, expresada a través de la violencia y el caos.